«No llores», «no tengas miedo», «no te enfades», «no te asustes»…
Los niños pequeños son pura emoción y puede ser habitual escuchar decirles lo que deben sentir pero ¿es necesario contener esas emociones «negativas»? De hecho, ¿existen realmente las emociones negativas?

Qué son las emociones

Una emoción es una experiencia agradable o desagradable en la que intervienen tres sistemas de respuesta, uno físico, otro racional y otro emocional, cada uno en mayor o menor medida, dependiendo del individuo.

Es cierto que algunas emociones son más agradables que otras pero ¿son algunas de ellas «negativas»? La respuesta es no.

Las emociones no son ni buenas ni malas. Simplemente son… ¡necesarias! El miedo, por ejemplo, es un sistema natural de protección. No es bueno ni malo sentir miedo, básicamente es natural y, de hecho, es imprescindible para la supervivencia de cualquier especie.

Las emociones nos hablan acerca de cómo nos sentimos, nos ayudan a entender mejor nuestro estado de ánimo y nos dan información acerca de aquello que necesitamos en cada momento, por eso son tan valiosas.
Las emociones son irracionales, no se pueden reprimir ni controlar, lo que sí podemos hacer es aprender a gestionar las reacciones derivadas de cada emoción. No podemos evitar sentir ira en ciertas ocasiones, pero lo que sí podemos cambiar es la forma en la que respondemos a esa emoción. No es lo mismo enfadarse y pegar un grito que enfadarse, respirar hondo y decir las cosas con calma. El enfado está ahí, es irracional e inevitable, pero no tiene nada que ver una resolución con otra.

Ponerle nombre a las emociones

 Los niños pequeños son absolutamente emocionales. Según van creciendo aumenta su capacidad de razonamiento y, con ella, la capacidad para gestionar sus emociones. Hasta entonces, es necesario acompañarles y ayudarles a ponerle nombre a todas esas emociones. Eso les hace sentir mucho más tranquilos y seguros.

Además, como os decía, debemos evitar contener las emociones desagradables. No podemos ningunear sus llantos, ni sus miedos, ni sus enfados, que tantos adultos se empeñan en esconder. En lugar de decirle «no llores, no te has hecho nada» (donde estaríamos intentando reprimir esa emoción), sería preferible decirle «lloras porque te has caído, ¿verdad? Claro, te has debido hacer daño o quizás te has asustado un poco, déjame ver».

Por el hecho de obviar ciertas emociones no estamos haciendo que desaparezccan o que el niño se olvide, sino que las estamos reprimiendo y, como os comentaba en el post sobre inteligencia emocional, las emociones siempre buscan una vía de escape. Da igual que ahora deje de llorar o que intente dejarlo pasar, después, cuando menos me lo espere, esa emoción buscará la forma más inesperada de encontrar una salida.

Los niños aprenden de nosotros

Como en muchas otras cosas, nuestros pequeños aprenden de nosotros. Si, como adultos, trabajamos nuestra propia inteligencia emocional y aprendemos a gestionar nuestras emociones de manera saludable, estaremos ganando por partida doble, por ellos y por nosotros.

Si reprimimos esas emociones, se sentirán confusos e inseguros, así que lo mejor es darles nombre, respetarlas y acompañarlas.

¡Feliz jueves!

2 comentarios

  1. ¡Hola! Te escribimos para que eches un vistazo a nuestro nuevo canal de Youtube, donde encontrarás varios capítulos del Documental ¿madres?. Todos ellos con distintas opiniones de la maternidad y lo que conlleva. Esperamos que te guste!
    http://www.youtube.com/documentaldemadres

  2. Hola, muchas gracias por compartir vuestro canal. La verdad es que hay bastante material y lo que he visto hasta ahora me ha gustado bastante. ¡Gracias!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *