Hace ya un montón de años, mucho antes de ser mamá ni de tenerlo en mente siquiera (bueno miento, siempre lo he tenido en mente), recorté un artículo de la revista Clara acerca de la imaginación de los niños porque me gustó y, escribiendo el post de los sistemas educativos, me acordé de él y lo he rescatado junto con algo más de información de la web de Aprendizaje Divertido.
Apología de la imaginación
La imaginación es una parte imprescindible en el desarrollo de la inteligencia. En lugar de frenarla en nuestros niños, tenemos que potenciarla.
A partir de los dos o los tres años, el niño empieza a vivir en un mundo donde realidad y fantasía se entrelazan y la magia lo impregna todo. Hasta entonces su actividad era principalmente motriz y estaba enfocada a la exploración de su cuerpo y del entorno pero, a partir de entonces, empieza a controlar más su cuerpo y se percibe como alguien distinto a los demás. Aparece la imaginación como elemento clave en el juego y, a diferencia de denotar inmadurez, representa una etapa fundamental para el óptimo desarrollo de su inteligencia.
Mientras el niño imagina situaciones y adjudica identidades inventadas a las personas y a los objetos, desarrolla capacidades que, más tarde, darán lugar a la intuición, la comprensión, la capacidad para relacionar conceptos y pensar creativamente.
La imaginación es la base sobre la que se desarrolla la razón, el suelo sobre el que se apoyará más adelante la capacidad intelectual. En el futuro, empleará esa habilidad para comprender conceptos y resolver las dificultades que se le presenten en la vida.
Entre los dos y los siete años, los niños desarrollan especialmente facultades como la intuición o la capacidad artística. Esto es debido a que, durante este periodo, es el hemisferio derecho de su cerebro el que está en pleno progreso y, por eso, los cuentos y las historias les gustan tanto. También es en esta etapa cuando se desarrolla en el cerebro la parte de los sentimientos y las emociones.
No es hasta los ocho años cuando interviene a pleno rendimiento el hemisferio izquierdo, encargado de las funciones racionales, analíticas y conceptuales, de modo que esperaremos a que sean algo más mayores (a partir de los siete años) para introducirles en juegos reglados como el ajedrez o los deportes.
Causas por las que disminuye la imaginación de los niños
Como os comentaba, los niños pequeños tienen una gran imaginación pero, poco a poco, puede ir disminuyendo. De todas formas, es fácil evitarlo ya que muchas de las causas que propician esta situación están en nuestras manos.
Por ejemplo, ver la televisión. Puede ser muy cómodo para los papás si queremos hacer alguna cosa mientras ellos «se entretienen» pero, en realidad, es una actividad pasiva con la que no pueden interactuar.
Proponerles actividades con un final predeterminado también representa una pérdida constante de oportunidades para fomentar su imaginación. La mayoría de las actividades que realizan en casa o «en el cole» tienen un final predeterminado, donde han de seguir unas instrucciones concretas para completar una tarea y, por tanto, no tienen mucho margen para elegir.
Por otro lado, estar demasiado tiempo dentro de casa fomenta el uso de aparatos electrónicos como la consola, el móvil o el ordenador cuando son un poco mayores. Es infinítamente mejor propiciar el juego al aire libre así como evitar que tengan demasiados juguetes.
Beneficios de fomentar su imaginación
Las causas por las que hemos de fomentar su imaginación vienen por los múltiples beneficios que les reporta. En primer lugar, les ayuda a solucionar problemas, una destreza que será imprescincible a lo largo de toda su vida. Cuando se nos presenta un problema hay que pensar en una solución y la imaginación nos ayuda a encontrar maneras creativas de resolverlo.
En segundo lugar, se convertirán en adultos creativos. Al desarrollar su imaginación, tienen más herramientas para ser creativos e innovar.
Y, por otro lado, aumentan su vocabulario. Mientras escuchan historias o juegan asumiendo papeles están aprendiendo nuevas palabras, además de desarrollar destrezas de la vida real (jugar a ser un cocinero o un cartero les ayuda a entender cómo funciona el mundo de los adultos) y habilidades sociales (por ejemplo si juegan a tendero y cliente o a profesor y alumno).
Tiempo para imaginar
Tenemos que evitar llenar todo su tiempo con actividades o sentarles frente al televisor. Muchas veces les dejamos poco tiempo para sentirse, jugar y escuchar historias. Busquemos espacio para ello.
Todos sabemos que no hay nada mejor que una buena historia para estimular la imaginación. Los cuentos impulsan la fantasía porque les permiten recrear la historia en su cabeza. Por contra, los dibujos animados ofrecen imágenes preestablecidas e impiden la libre interpretación de cada uno.
El juego también es fundamental, como aboga Francesco Tonucci, y podemos participar si el pequeño nos lo pide pero es preferible no intervenir ni dirgirlo. Como os decía, es mucho mejor llevarles a espacios abiertos como el campo, el bosque o la playa ya que sus horizontes se expanden y se les abre un mundo ilimitado de posibilidades.
Espacio de juego
A los niños les encanta representar personajes. Una buena idea es tener un pequeño repertorio de disfraces con pañuelos, bolsos, sombreros o cualquier cosa que tengamos por casa. ¡Será muy divertido!
Jugar a las casitas es muy importante durante la niñez. Psicológicamente, la casa simboliza la propia identidad que ellos están construyendo en ese momento. Más de una vez sorprenderás a tus hijos haciéndose una cabaña juntando unas sillas y poniendo una manta por encima. Déjales que lo hagan, eso sí, en espacios seguros.
Los juguetes demasiado acabados no estimulan la imaginación. Una caja puede ser muchas cosas pero, aunque suene paradójico, cuanto más elaborado y más detalle tenga un juguete, menos juego dará. Son mejores los objetos neutros que puedan servir para diversas cosas en función del juego.
Los muñecos son muy importantes y a menudo se convierten en su alter-ego. Para ellos los muñecos están vivos. Los más entrañables son los de tela y también ofrecen la posibilidad de desempeñar diferentes roles.
También podemos proponerles alguna manualidad, jugar a completar una frase o plantearles algún problema y que los pequeños encuentren una solución, por ejemplo podemos hacerles preguntas del tipo «¿cómo transportarías un elefante desde África a Canadá sin utilizar un avión o un barco?». Pueden ser juegos divertidos que estimulen su imaginación.
Así que ya sabéis… ¡imaginación al poder!