Hoy quiero hablaros de una cara «diferente» en la lucha contra el cáncer infantil.
Yo, payasa
Hace unos años, después de emocionarme viendo un reportaje sobre la labor de los payasos en un país subdesarrollado, no recuerdo cuál, y coincidiendo con que me surgió la oportunidad de hacer un curso intensivo al final del verano (en mi querido Taller de Teatro Asura), decidí aventurarme como payasa de hospital.
El curso solo duró unos días, pero para mí fue verdaderamente potente, una experiencia personal intensa. Durante muchos años, he hecho numerosos cursos de teatro y, sin embargo, nunca había probado con el clown y me resultó muy diferente de cómo me lo había imaginado. De todos modos, como comprendí más adelante, nada tiene que ver esta faceta de clown de hospital en concreto con otras como la de payaso de calle, por ejemplo. Es más, uno no puede convertirse en payaso terapéutico sin más, por muy buena intención que se tenga y a pesar de que, en muchos casos, se trate de un voluntariado. Es necesaria una formación específica, tener algunas nociones básicas de psicología, aprender a poner sumo cuidado en las palabras, desarrollar cierta sensibilidad, escuchar lo que se puede contar con una mirada o reconocer el momento apropiado para intervenir o no.
Por eso decidí apuntarme al curso anual, para formarme y poder aportar mi granito de arena.
La nariz roja es la máscara más pequeña del mundo
Curiosamente, nunca me habían gustado demasiado los payasos. Tan pintados, tan estridentes, tan exagerados… Me producían cierto «rechazo». Pero resulta que no es lo mismo un clown que un payaso. En el libro El arte del clown y del payaso se dice que la diferencia entre un clown y un payaso es que «el payaso usa el humor popular o la comicidad grotesca, mientras el clown usa el humor inteligente». El clown es mucho más humano, por eso siempre me conmueve la ingenuidad de Charlot, o las gansadas de Los Hermanos Marx, o cualquier obra dulce y tierna de algunos grupos de clown independientes. Ahora, cuando veo un clown «de los míos», siento mucha ternura porque comprendo la delicadeza con la que se hacen las cosas, el mimo que se pone en cada gesto y la mirada desnuda que se esconde detrás de esa nariz.
¿Habéis probado alguna vez a poneros una nariz roja? Es mágico.
Pero bueno, que me voy por las ramas. De lo que venía a hablaros hoy es de una maravillosa asociación llamada Saniclown, que se fundó hace ya casi ocho años.
Saniclown, clowns para la sanidad
Saniclown es una asociación nacional compuesta por clowns cuya función es la de mejorar la salud emocional de los pacientes, los familiares y el personal sanitario, concretamente en las áreas de oncología, traumatología y la UVI del Hospital infantil Niño Jesús de Madrid. Su labor se desarrolla a partir de recursos de la psicología humanista, cuyo objetivo es que las intervenciones de los clowns ayuden al paciente pediátrico o adulto a reelaborar su situación de internación, de manera menos traumática, sublimando sus temores a través de técnicas de humor, poéticas y artísticas en general.
Podéis imaginaos lo importantísimas que son este tipo de asociaciones. Yo, que lo he visto desde dentro, os puedo asegurar que, aunque solo sea porque los niños o sus familias desconecten unos segundos de su realidad, merece la pena. No se trata de hacer reír, ni de hacer gracia. Se trata de acompañarles y de hacerles más llevadera su estancia en el hospital. De hecho, las intervenciones de Saniclown tienen fines terapéuticos.
Recuerdo un sketch en el que el niño jugaba a ser el médico y, de este modo, obtenía una vía de escape para descargar toda esa rabia y ese conjunto de emociones que, indefenso, no podía liberar de otro modo.
La fundadora de la asociación, Verónica Macedo, es quien dirige los cursos y organiza las visitas al hospital. Fue un gran privilegio aprender con ella, con una importante formación y experiencia a sus espaldas. Incluso llegó a compartir nariz con el mismísimo Patch Adams (sí, sí, el de verdad, el de la película).
Payasos en el trabajo Social
Además de trabajar en los hospitales, los payasos terapéuticos también colaboran en otros entornos sociales desfavorecidos como las cárceles, algunas regiones afectadas por las guerras, campos de refugiados y situaciones de emergencia. Siento una profunda admiración la labor que desempeñan y por las sonrisas y la energía que regalan cada día a quien más lo necesita.
A veces, gastarse el dinero en payasadas es algo bueno. Muy bueno.
Hasta donde yo sé, Saniclown sigue siendo una asociación autofinanciada, así que toda colaboración es bienvenida. Podéis encontrar más información en su página y también podéis estar al tanto de los cursos regulares que se imparten en su página de Facebook.
Desde aquí, un abrazo especial a todos esos niños que luchan cada día, y a sus familias. Porque una sonrisa, vale su peso en oro. ¡Feliz martes!
Quiero ser clown