Últimamente percibo un cierto interés creciente por las pedagogías alternativas o menos comunes. Como nosotros formamos parte de un proyecto Montessori, algunos papás y mamás suelen preguntarme interesados por la metodología, algunas peculiaridades y, por supuesto también, por los resultados.

Demuestran curiosidad y sorpresa al conocer otras formas de enfocar la educación, especialmente según aparecen cuestiones en el día a día del colegio de sus hijos que no terminan de cuadrarles, o que sienten que les hacen perder el interés, o que desoyen de manera obvia las habilidades de sus retoños.

Sin embargo, también es frecuente la incertidumbre que aparece suponiendo pasados los primeros años lectivos. Estamos tan acostumbrados e inmersos a un sistema de valoraciones, tablas y resultados académicos, que sentimos que si no pasamos por ese proceso, nos quedaremos fuera. Que las pedagogías que enfocan la educación de manera diferente están muy bien pero que son demasiado arriesgadas, no vaya a ser que uno termine sabiendo quién es y lo que quiere hacer en la vida.

Perdonad la ironía, quizás sea porque tenéis delante a alguien que ha empezado tres carreras universitarias sin terminar ninguna con éxito. Menos mal que el mundo editorial se cruzó en mi camino.

«Usted tiene que crecer de adentro hacia afuera»

Swami Vivekananda

Bien es cierto que la formación es necesaria, y mucho. El problema que yo encuentro es que la mayoría de las veces no sabemos bien qué queremos. Con diecisiete años, en plena revolución vital y sin apenas saber quién es uno, cuáles son nuestras cualidades o qué nos gusta hacer (además de que parece que tiene que ser una sola cosa, no vale reinverntarse y mezclar varias opciones), te sientes empujado a escoger cualquier opción y te dejas llevar donde la vida te lleve.

Seguramente pienso así dada mi experiencia personal pero ¿acaso no conocéis a mucha gente que, pasados los veinte, los treinta, encuentra de verdad su vocación y decide estudiar? Es entonces cuando lo tienes claro y sabes hacia dónde quieres ir, cuando aparece la motivación y encuentras fuerzas para combatir obstáculos y luchar por lo que de verdad deseas.

Por esa razón, para mí es mucho más importante conocerse bien a uno mismo desde pequeño, encontrar el orden interno, desarrollar las habilidades innatas en cada cual y descubrir poco a poco hacia dónde queremos encaminarnos (o cómo combinar todo aquello que nos mueve). Después ya encontraremos la forma de hacerlo posible.

¡Feliz miércoles!

2 comentarios

  1. Hola Celia,
    cuanta razón llevas.
    Yo acabo de inscribir a mi hija en una escuela de pedagogía activa y no veas el alivio que siento… también tengo muchas dudas, pero lo convencional ya lo conozco desde dentro y los resultados lo que comentas, un salir de tan pocos años y no tener ni idea de qué querer ser en la vida. Ahora a mis treinta y tantos lo tengo claro, espero que mi hija se conozca a si misma y sobre todo que disfrute de la autoconfianza y de su propia persona porque todos somos muy buenos en muchas cosas 😉
    Un beso,
    Lee.

  2. Yo llevo a los míos a un cole tradicional, de filas, y cada vez tengo más dudas. Tu post me ayuda mucho.
    Un beso y enhorabuena
    Gabriela

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