En mi cama somos tres

Por qué elegimos hacer colecho

Hoy es el Día mundial del Sueño Feliz aunque, para chasco, nuestra pequeña ha tenido fiebre y no hemos podido dormir demasiado bien.
Desde que nació, hemos compartido cama, incluso ya desde el hospital.

Ahora, igual estamos un poco más acostumbrados, pero recuerdo que al principio mi chico y yo nos metíamos en la cama a ambos lados del bebé, nos mirábamos en silencio, cómplices, nos sonreíamos y susurrábamos «qué gustito».

Una noche, pasados los días o las semanas, ya no recuerdo, quisimos probar a poner una cunita monísima al lado de nuestra cama. Cuando nuestro bebé se durmió, la acostamos allí dentro, con sus sábanas nuevas y todo muy «cuco». Nosotros nos metimos en la cama. Esperamos un minuto o, a lo sumo, dos. Nos miramos.

—Estoy raro, ¿y tú?
—Yo también.
—¿La metemos en la cama?
—Sííí.

¡No pudimos aguantar ni tres minutos! ¡La echábamos de menos!
Y es que dormir con tu bebé (eso sí, de forma responsable), es una experiencia fantástica y muy placentera. Además, es comodísimo. Por las noches no hay ni siquiera que levantarse. Para dar el pecho basta con girarse y listo.

Y por otro lado, en casos como los de hoy, cuando nuestra hija tiene fiebre o está malita, me siento mucho más tranquila durmiendo con ella. Estoy todo el rato a su lado, pendiente, cerca para reaccionar en cuanto lo necesite y amorosa para protegerla entre mis brazos y hacer que se sienta segura.

No es solo placentero. También es práctico y, sobre todo, es lo natural. Porque es lo que lleva haciendo el ser humano desde hace miles de años. Y es lo que nuestros bebés necesitan. Y es lo que hacen todo el resto de mamíferos. A veces, en la sociedad actual, estamos demasiado intoxicados y desnaturalizados ¿no creéis?

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